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Una mañana ajetreada

Categoría: Orgias Comentarios: 0 Visto: 9343 veces

Ajustar texto: + - Publicado el 15/04/2014, por: Anonimo

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Entramos en la gran y fría sala a las tantas de la mañana. Rápidamente, nos dividimos en dos grupos, uno, dedicado a su quehacer obligado y, los demás, nos repartimos por entre las mesas vacías para enfrascarnos en nuestras propias tareas.

Al cabo de unos quince minutos, los que estábamos libres de la prueba, nos aburrimos de aparentar que trabajamos y fue cuando nos dimos cuenta del frío. Alba, Paz y Clara se percataron de esto y se acercaron a mi con el fin de acabar con este problema. Clara se puso delante de mí, Paz a mi siniestra y Alba a mi diestra, enseguida me percaté de sus intenciones, así que, sin perder tiempo, me levanté y me dirigí al capataz para preguntarle sobre si podíamos pasar a actividades más movidas. El capataz me miró durante un instante, después al trío de muchachas que esperaban impacientes su respuesta y se decantó por aceptar la propuesta con la condición de que no hiciéramos demasiado ruido. Volví triunfal a la mesa y me senté en medio de esa bella triada de sacerdotisas de Afrodita. Me paré un momento a admirar el menú que estaba a punto de degustar.

Clara, la más mayor de todas, pero solo por un año nada más, era un mujer completamente desarrollada en todos los aspectos. Su piel estaba bronceada por el sol y sus pechos turgentes y no demasiado grandes, formaban una combinación perfecta gracias a la inestimable ayuda de su grandioso y muy apreciado trasero, pero, seguramente, muchos os preguntaréis qué es lo tiene eso de especial y yo os diré que todo estaba complementado con su cara, una cara, la cuál podría encajar tanto en el cuerpo de una muchacha de dieciséis años, como en la de una de veinticinco. Es de señalar que todo esto estaba colmado con unos ojos castaños y profundos que podían hacer enloquecer a un hombre con un mísero guiño. -Os doy tantos detalles porque utilizaremos a Clara como modelo para las otras dos, dicho esto, sigamos.-

Mientras Clara era perfección y armonía en todos los aspectos, Paz sobresalía por su culo, capaz de despistar a cualquier hombre con dos dedos de frente que camine tras ella. Esta parte de su anatomía, prácticamente perfecta para cualquiera al que le preguntes, estaba embozada en unos leggins de color negro, las cuales contrastaban lo suficiente con su ropa interior blanca como para no tener que hacer demasiados esfuerzos en imaginarse cómo sería esta. Además de todo esto, se podría decir que sus pechos estaban suficientemente desarrollados como para poder afirmar que se complementaba con las partes de su anatomía, pero no era el caso, la única parte destacable de su cuerpo era ese trasero que a todos hipnotiza, cual Flautista de Hamelin, al pasearse por la calle. Pero, la que sí que se salvaba por su busto era Alba, de la cuál, de todas las personas que la han conocido, sólo resaltan esa parte de su cuerpo y, he de admitir, que tienen toda la razón del mundo ya que, eran capaces de atraer la vista del más serio y es prácticamente imposible entablar una conversación con ella, cara a cara, sin que se te baje la vista, aunque sea por un instante.

Haciendo un inventario final podemos decir que estaba rodeado de toda clase de manjares en menor o mayor medida.

Satisfecho visualmente y completamente excitado, me dije que ya era hora de empezar.

Miré a Clara y asentí con la cabeza al tiempo que Alba, con una mano, se bajaba la cremallera de su pantalón y las bragas, mientras que, con la otra mano, trasladaba la mía propia a esta parte tan íntima de su cuerpo que había dejado expuesta ante mí. Su vagina estaba coronada por un pequeño arbusto de pelo que me hizo cosquillas en la palma de la mano. Puse mis dedos sobre la vulva y empecé a masajear haciendo círculos sobre esta, ante esta acción, su clítoris se erizó y ella empezó a suspirar y a pellizcarse los pezones, los cuales había dejado prácticamente expuestos al subirse la blusa y apartar el sujetador de color crema.

Al mismo tiempo, a mi derecha, Paz, directamente, se quitó las mallas y las bragas y se puso de rodillas encima de la silla dejando sus simétricas nalgas a la altura de mi pecho, las cuáles, con la mano libre, palpé hasta la saciedad al tiempo que, con la boca, humedecía el ano que estos dos cachetes protegían.

Durante estas acciones, Paz prefirió masajear su vagina. En todo este proceso, Clara se había escurrido por debajo de la mesa y había liberado del pantalón a mi pene, el cual estaba empezando a lamer al tiempo que, al igual que Alba, se masajeaba los pechos y se pellizcaba los pezones. Tras un pequeño rato así, entre pequeños gemidos y, con todas las extremidades empapadas en fluidos, decidí que ya era hora de pasar a acciones más serias.

Aparté a Clara, no sin cierta dificultad, debido a esa gran devoción que sentía ante el miembro viril, y, arrastrando suavemente a Alba por el vello púbico, la situé sobre mi regazo de espaldas a mi. Tras lo cual, Clara, ocupó su lugar en la misma posición y utilizando mi mano para una tarea idéntica a la que estaba realizando instantes antes con Alba, la cual, con la ayuda de Paz, introdujo mi pene en su humedecida y caliente vagina. Tras colocar a su compañera, Paz, se dispuso a contribuir en el goce de esta desprendiéndola de toda la ropa que tuviera de cintura para abajo y dedicándose a lamer el, cada vez más complacido, aparato reproductor, cuya propietaria, ante tantas sensaciones, no podía reprimir algún que otro gritito ahogado de placer, los cuales causaban las reprimendas y los siseos de desaprobación de mis compañeros que, atusados por nuestro ejemplo se habían decantado por hacer lo mismo, por lo que, en seguida, la sala se convirtió en una gran orgía de más de veinte personas, ya que, sin poder evitarlo, los que estaban realizando la prueba no pudieron reprimirse y empezaron, como mínimo a masturbarse. Yo, mientras, casi ajeno a esta algarabía que había promovido, estaba concentrado en otros quehaceres, entre los que se encontraban el explorar digitalmente la vagina de Clara y sobar los pechos blandos y de pezones duros de Alba, todo eso acrecentado por el rítmico movimiento de cadera que tenía que mantener para saciar la lujuriosa vagina de Alba, la cual no dejaba de arrojar fluidos que, al parecer, mitigaban la sed de Paz. Yo no podía estar más contento y estaba deseando de probar mi potencia con las otras dos, las cuales no parecían querer seguir esperando ya que, la propia Clara se desprendió de mi mano y se colocó al lado de Paz tras despojarse de toda ropa que le molestara y quedándose con un tanga y un jersey demasiado corto como para cubrirle la barriga por entero. Este dúo provocó la prematura llegada la orgasmo y posterior eyaculación de Alba, la cual no pudo contener una grito de placer que atrajo las miradas de más de uno y cortó a más de otro que nos imitaban. Nadie nos riño, ya que la prueba había terminado y las acciones que se realizaban en la sala no perturbaban las acciones de nadie ya que, hasta relajaban.

Tras conseguir su objetivo, Clara y Paz pensaron que ya me tendrían para su propio goce pero, viendo Alba que no pudo disfrutar de mí durante el rato que ella hubiera querido, decidió agradecerme el gran momento que le había hecho pasar dándose la vuelta para encararme y, poniendo sus manos en mi cara. Juntó su boca con la mía fundiéndolas en una sola y haciendo que nuestras lenguas jugaran mientras recorrían cada rincón de nuestras bocas.

Clara y Paz, claramente molestas pero sin cambiar la expresión lujuriosa de sus ojos, agarraron a Alba de los pezones y la obligaron a separarse bruscamente de mi sin darnos tiempos a repatriar a nuestras lenguas, las cuales, dejaron un pequeño hilo de baba ante esta exabrupta separación.

Ya sin competencia, Clara y Paz, decidieron quién disfrutaría antes de mi miembro erecto, el cual, se había quedado a la mitad. Pero, yo no podía esperar, así que, me levanté y apoyé las manos de Paz en la pequeña y cuadrada mesa que teníamos en frente decidido a catar, de una vez por todas, el ano que, rato atrás, me había dedicado a humedecer con esmero. Yo mismo separé las nalgas de esta que, con gusto, recibió el premio de ser la segunda en ser complacida.

Mi duro pene entró como, si de un hilo en el ojo de una aguja se tratara, solo que, en vez de ser un hilo, se trataba de un falo y, el ojo por el que entraba, no era, precisamente, el de una aguja.

Tras esta primera maniobra, la cual se desarrolló con éxito y sin dificultades, me percaté del cambio de una vagina a un ano. Mientras que en la primera, el pene se deslizaba sin ningún impedimento, en el ano, podías notar como el recto no estaba diseñado para esas acciones por lo que, se contrajo y apretó mi aparato reproductor provocándome más placer si cabe. A todo esto, Clara se había decidido a disfrutar a costa de Paz ya que, si la primera sentía completa devoción ante el sabor de los penes, Paz no hacía, si no derretirse ante el gusto de una vagina, por lo que Clara lo aprovechó, juntó otra mesa, se colocó ante Paz y abrió las piernas mientras que, con una mano, separaba los labios superiores de su vulva, con la otra mano, acercaba suavemente la cabeza de Paz a sus genitales y, una vez allí, esta no pudo contener su ansia y empezó a masticar casi, el húmedo y extasiado aparato reproductor de Clara. Yo, mientras, seguía a lo mío disfrutando del prieto y perfecto trasero de Paz, el cual se contraía y dilataba siguiendo el ritmo de mis embestidas. No había, para mí, mejor sensación en la vida y, de pronto, unas manos calientes se posaron en mi hombro que me hicieron dar la vuelta al torso. Alba me miraba de forma intensa y con la lujuria en los ojos. Me encantaba esa muchacha. Volvió a posar sus manos en mi cara y, de nuevo, acercó sus labios a mi.

Nuestras lenguas se encontraron de nuevo para terminar el trabajo que dejaron a medias. A todo esto, Clara culminó su experiencia sexual eyaculando en la cara de Paz, la cual no dejaba de gemir ante las envestidas de mi poderoso miembro, el cual, estaba cada vez más cerca de experimentar el orgasmo. En el momento en que Alba me puso una mano en sus senos para que me deleitase con esa parte tan deseada de su cuerpo, culminé en la espalda de Paz, la cual, al sentir el líquido caliente sobre ella, se estremeció y calló rendida. Terminé de besar a Alba y Clara lamió con ansia el semen derramado por la espalda de Paz, cosa que no me terminaba de agradar de esa muchacha.

El timbre sonó para indicar que la hora había terminado, provocando una resignación general ante la sonora señal que no les dejaba terminar con sus quehaceres. Pellizqué una nalga a Paz para indicarle que debíamos irnos y procedí a vestirme.

Cuando estaba terminando, Clara se me acercó tanto, que pude sentir sus pezones en el brazo, y me susurró “cuando puedas, me toca a mí” y me dedicó uno de sus guiños capaces de quitar el sentido a cualquiera.

Había sido una mañana provechosa.

Al salir de la gran sala, la cual habíamos calentado entre todos, noté lo que parecía un pañuelo raído. No cuadraba en mi bolsillo, del cual saqué un tanga blanco con un pequeño corazón en la parte delantera. Sonreí y me puse a andar hacia mi próximo destino. Al momento, Clara me adelantó, me miró, me lanzó un beso y siguió su camino. Sonreí al darme cuenta de a quien le pertenecía la prenda de lencería. Me lo guardé y continué mi camino contento y con un trofeo más para mi colección.

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