Relato porno Niña putita – Cap 1: Antes del recuerdo xxx

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Niña putita – Cap 1: Antes del recuerdo

Categoría: Incesto Comentarios: 1 Visto: 82015 veces

Ajustar texto: + - Publicado el 14/01/2019, por: Anonimo

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Niña putitaCap 1: Antes del recuerdo.

Soy una mujer sexualizada desde pequeña, que ve en el sexo la realización de la libertad personal y del contacto profundo entre las personas. Creo que todos tenemos lados oscuros, que debemos aceptar para ser felices. Mis relatos son, en general, ficciones basadas en mis experiencias personales.

Iré publicando por capítulos mi historia, desde el comienzo.

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Desde que tiene memoria, Unih se masturba todos los días en la noche y algunos también en la mañana, especialmente ahora que tiene su primer novio, un chico un año menor que ella con el que se ven a escondidas de sus familias, de los vecinos y de las personas de la Iglesia, porque todos piensan que aún no están edad para esas cosas. Es un noviazgo de niños, pero en los pocos ratos que pueden estar juntos a solas, ocultos de las miradas indiscretas y acusadoras de los adultos y de los otros niños de su edad, se entregan con pasión a explorarse la boca y el cuerpo, abrazados y frotándose como saben que se hace y como la naturaleza llama. Pero él no solo es menor, sino que es menos ardiente y atrevido que ella, de modo que es Unih quien toma iniciativas para aumentar sus placeres, las más de las veces seguida con torpeza, timidez y temor por su novio.

Así las cosas, ella, que va desde pequeña caliente por la vida, cada vez que está con él queda aún más deseosa y necesitada de sexo, de ese sexo infantil que los adultos creen que no existe. Entonces, por las noches, cuando se acuesta vestida con su vieja polerita azul y el calzoncito que tenía puesto durante  el día, entrega su mente a los recuerdos y fantasías que le dan placer: con los ojos cerrados acaricia todo su cuerpo durante un rato, las piernas, las nalgas, su rajita y su ano, sus pezones que algún día crecerán, su pubis lampiño y su vulva chiquita que se va humedeciendo y abriendo como respuesta a las caricias y a las imágenes y escenas que va creando con su respiración agitada y esa sensación deliciosa que tanto le gusta y que le llena el cuerpo y el alma de gozo.

Y algunas noches, como esta, se entrega a recordar imágenes y situaciones que no está segura de haber vivido, pero que cree que deben haber sido  reales porque, aparte de los comentarios que ha escuchado a su madre y sus tíos, las sensaciones sexuales que su cuerpo tiene como si hubiera nacido con ellas no pueden sino venir de experiencias vividas. Y recorriendo con lujurioso detalle esa memoria, mitad recuerdo, mitad espontánea creación de su mente erotizada, se masturba  con aquellas cosas ocurridas antes del tiempo del que ella tiene recuerdos. La más clara de estas sensaciones, no por ser la más intensa, sino por ser la más frecuente y comentada por su mamá y sus hermanos, todos bastante mayores que ella, es el estar sentada en las piernas de tíos, hermanos y amigos de soltera de su mamá que acudían a verla con frecuencia.

La pequeña Unih es delgada, bajita, con lindos crespos desodenados y unos ojos negros y curiosos que contrastan con la expresión levemente avergonzada de su boca, pero que en conjunto le dan a su carita el aire tierno y juguetón de un gatito que se ha robado algo. Viste siempre blusa y falda corta, vestidos ligeros hasta la rodilla y calzoncitos blancos de algodón. Siempre que puede anda descalza, como en este fresco anochecer de verano en que juguetea entre las piernas de los amigos de su mamá mientras ellos conversan animados bebiendo cervezas. Están sentados en los cómodos sillones de la terraza y la regalonean por turnos, según ella se trepa por sus piernas hasta sentarse en su falda. Uno de ellos es especialmente cariñoso y a ella le gusta, así es que, coquetoncita y calculadora, lo deja para el final: va de uno a otro dándoles besitos, riéndose y dejándose querer, hasta que llega a él y repite el ritual de juego infantil que ha hecho con cada uno de los otros, pero con calma y menos risas: los besos en el cuello y las caricias que ha recibido en todo su pequeño cuerpo la han ido acercando a ese estado de placer y deseo que sin darse cuenta está descubriendo, y su respiración, que parece estar agitada de tanto reir, lo está en realidad porque su corazoncito se ha puesto a latir más aprisa cuando él la levanta tomándola por debajo de sus bracitos y ella abriendo sus piernas en el aire se sienta a caballito encima de las piernas de él, refugiando la carita en el cuello de ese hombre que huele a una mezcla de  sudor, cerveza y alguna colonia ya casi desvanecida. Él la abraza también y ambos se acomodan quedando sus cuerpos pegados.

Ha oscurecido ya y la débil luz del farolito de la terraza no alcanza para ver los detalles de esos rostros y manos, iluminados cada cierto lapso por uno o dos cigarrillos que circulan entre ellos. Unih siente esa cosa dura que empieza a crecer dentro de los pantalones de su amigo y moviéndose suavemente va acercando su entre pierna hasta tocarla. Cuando lo hace, él responde empujando hacia arriba al mismo tiempo que con sus brazos la presiona hacia abajo, hasta que su pequeña vulva y la cosa dura y caliente del cuerpo de él se oprimen una contra la otra y ambos cuerpos inician un suave vaivén para frotarse. La pequeña Unih se relaja sobre él olfateándolo y besando su cuello, mientras él, amparado por la oscuridad, ha bajado sus manos hasta sus nalguitas y las acaricia, usándolas también para moverla sobre su miembro duro y palpitante, que alineado entre su vulva le da ese placer que cada día busca más.

El hombre se agita más y si bien por momentos lleva las manos a la cabeza y la espalda de la niña para acariciarla ostentosamente y no despertar sospechas, mantiene casi todo el rato las manos tocando sus delgadas piernas descubiertas y sus nalgas que a ratos ya casi estruja usándolas para mover el delgado cuerpo sobre su miembro como si fuera una muñeca. A ratos se queda quieto y entonces ella comienza a moverse sola, frotando su vulva pequeña que solo tres capas de tela separan de esa cosa caliente y dura que le da placer. Entonces él le susurra al oído la pregunta necesaria que trae consciencia a la magia: “¿Te gusta?” . Y ella le responde levantando la cabeza de su cuello hasta rozar su boquita con la oreja de él provocándole un estremecimiento: “Sí… me gusta”. Y él, animado por la declaración de la pequeña, separa despacio sus nalguitas y luego entra sus dedos por debajo del calzoncito hasta alcanzar su ano con un dedo, que presiona y acaricia suavemente causando un gemido en ella que se aprieta más fuerte contra aquel miembro que palpita debajo de su sexo. Ardiendo también de deseo, el hombre lleva disimuladamente el dedo medio hasta su boca y lo ensaliva bien, volviendo luego a hurgar separando las nalguitas y presionando el dedo mojado contra el anito que con los movimientos que ella hace recibe casi completa la primera falange en su interior. Y luego el dedo rebasa al ano, para deslizarse por la hendidura de esa pequeña vulva separando sus labios y llegando hasta el diminuto botoncito de carne que la corona.

En ese momento, la madre se levanta, al mismo tiempo que comenta: “Parece que la Unih se quedó dormida. Voy a traer un chal para taparla. ¿Te está molestando… quieres que la tome yo?”. “No, no, gracias, dice su amigo, está tan bien aquí que me da pena moverla. Pero sí sería bueno taparla, porque está refrescando un poco”. “¡Ay ya, gracias!, eres muy amoroso… iré a traer el chal”. Y al poco rato vuelve, poniendo sobre los dos un gran chal oscuro que los tapa completamente y que junto la oscuridad de la noche y el efecto de las cervezas que todos beben, tiende sobre él y la niña un manto de intimidad cómplice. “Ahora estamos como escondidos”, le dice ella en un susurro, y él por toda respuesta corre con la mano izquierda su calzoncito, descubriendo totalmente su nalga izquierda, la breve rajita, parte de su nalga derecha y el sexo, y comienza a acariciar con los dedos su ano y su vulvita al ritmo suave que ella misma impone con breves movimientos de caderas.

Hasta que minutos después, aprovechando el momento en que los demás miraban algo en una revista, hacían comentarios subidos de tono y se reían, él introduce la mano derecha en su pantalón deportivo y jalando el elástico lo baja por delante sacando su miembro para ponerlo entre las pequeñas piernas de la niña. Ella se sobresalta, pero se mantiene como estaba, sin saber y sabiendo lo que sucede, anhelante y asustada, excitada y entregada. El hombre vuelve a poner su mano atrás, y tomándoselo lo ajusta en la rajita acariciando la cabeza que sobresale totalmente por encima del cuerpo de la niña. Ella comienza a moverse nuevamente, esta vez buscando el contacto con esa cosa que hace unos segundos estaba bajo el pantalón y él reanuda también sus movimientos deslizando su pene entre las piernas de la niña, frotando su vulva, su rajita y su anito aún mojado por la saliva.

Luego de unos minutos, tres o cinco minutos parecidos a la eternidad, él orienta su pene entre los labios de la vagina y presiona suavemente. La niña lo siente y se mueve buscando más contacto. La cabeza, como una ciruela dura carnosa y húmeda  del tamaño de media vulva, frota y estimula los labios y el clítoris al mismo tiempo. La niña jadea agitada con su boquita cerca de la oreja de él y se mueve más rápido frotándose más fuerte contra la cabeza que babea mojándola y lubricando la estrecha entrada. El hombre se estremece al sentir que la mitad de su cabeza está entre los labios y al escuchar que ella le dice con un susurro trémulo “tío, me voy a hacer pis” no soporta más y eyacula derramando su semen dentro de la pequeña vagina que rebalsa mojándolo todo. Al mismo tiempo, Unih ha quedado desmadejada sobre él respirando aún agitada, hasta que segundos después y luego de un profundo suspiro su respiración comienza a calmarse lentamente. Con la mano derecha, él recoge el semen del sexo de la niña y lo limpia en sus calzoncillos, subiendo luego su pantalón.

Se quedan largo rato así, abrazados: él, acariciando la humedad entre sus piernas y sus pequeñas nalgas; y ella, abrazándolo y ronroneando en su cuello. Minutos después la respiración de la niña se acompasa dormida y sus bracitos caen hacia los lados.

“Ya se durmió la Unih, mejor la llevo yo a la cama para que no se despierte”, le dice él a la madre y ella responde agradecida “¡Oh sí, por favor, muchas gracias!” y luego agrega, dirigiéndose a los demás: ¡Y ustedes hablen más despacio, que van a despertar a la niña!.

“Tal vez fue así, tal vez no, pero no importa… debe haber sido delicioso”, reflexiona Unih, con una mano aún en su vagina mojada, satisfecha y relajada después de un orgasmo que la había estremecido desde sus incipientes pechos hasta lo más profundo de su sexo, un orgasmo imaginando recuerdos de antes de que tuviera memoria.

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Últimos Comentarios Agregados

  • avatar Mariam8

    Mariam8

    Uuuff ojalá me hubieran dado picho asi cuando era nena, me dejaba toda lpm, hoy quiero chuparle la pinga a un nene de 8 a 13 años y cojer como animal, que me preste alguien a su hijo y mojarle las bolas de flujo y le brillen como en una porno <3

    En contra A favor 0 (2 votos)

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